Un acto mundano es intrascendente, gratuito e inmotivado; es un acto de gracia, una muestra de generosidad que no (se) debe a nadie, que no acepta deudas ni pagos, no busca resultados, a corto o medio plazo, ni recompensas que premien su actitud. Todo acto dirigido es trabajo o proyecto. Trabajar no es actuar, es caer en desgracia y perder el don. El regalo y la sorpresa son el modelo de todo acto de mundanidad, cualquier cosa para cualquiera, incluido uno mismo, que surja de improviso, impulsada por una necesidad profunda, singular e inintercambiable. Actuar es regalar(se) un mundo, hacer un regalo; dar(se) una sorpresa. El regalo, por su propia naturaleza, es lo imposible de pedir, exigir, reclamar y, por la misma causa, es lo imposible de recibir, no se puede conceder en respuesta a una súplica o bajo amenazas, coerciones de cualquier tipo. El DON rige fuera de la economía, es extraeconómico, no sabe de cálculos ni de equivalencias; es exactamente lo que se DA cuando no se PIDE, sin pedir nada. Los amantes se hacen regalos, son un regalo uno para el otro. El regalo siempre es (el) fruto de una relación, una relación encarnada, un acto de fe. La proliferación actual de relaciones abstractas, sobre todo en el ámbito de las redes sociales, constituye una perversión del esquema primigenio del regalo y una conversión del acto de gracia en un acto mezquino. La mezquindad organizada de la red exige darlo todo y recibirlo todo, como un mero acto de intercambio o de pillaje no penalizado, sin que exista una relación que funde, dé sustento al don. La secuencia completa se ha invertido: el regalo no es la expresión de una relación, al contrario, sólo tengo una falsa relación en cuanto que doy o recibo, si y sólo si estoy en relación en cuanto sujeto económico de afectos, objetos o servicios, que la maquinaria previa de la red ha reducido, pulverizado, a datos indiferenciados. El sujeto de la relación digital es un receptor, un intercambiador de datos, un mero relé de transmisión, guiado a la vez por una lógica depredadora y de contraprestación, de ganancia y de pérdida. No duda en aplicar la misma lógica a la vida diaria. Después de todo, un banco de datos sigue siendo un banco.
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XV
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XIV
Un mundo abandonado a su suerte, porque nadie ni nada cuida de él, olvidado por los cielos y expulsado del averno, es un objeto de fascinación continua, frágil, efímero, reino de la contingencia y el azar, lleno de instantes singulares y delicados. Tanto puede inspirar un sentimiento peculiar de ternura y piedad, como provocar pánico, causar miedo o suscitar toda una gama de sentimientos que oscilan entre el rechazo y la angustia. Los seres que pueblan este mundo, por necesidad también abandonados y que viven inmersos en el abandono, apenas tienen tiempo de aparecer, agruparse como pueden, tejer un número limitado de relaciones débiles y fugaces, y desaparecer como si nunca hubieran existido. Pero la energía potencial que estalla en cada aparición, y se consume en cada desaparición, ilumina el planeta con la fuerza de mil soles, energía incalculable, fuera de control, de lo singular y la singularidad.
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VII
Un mundo múltiple e inmanente, a solas consigo mismo, es difícil de asumir y soportar, muro impenetrable, no responde a nuestras suplicas, guarda silencio ante las cuestiones que una humanidad desconsolada formula sin descanso a través de la historia, en todos los tiempos y lugares. Los encuentros al azar, el vislumbre de una posible relación, siempre aparece bajo el signo de una multitud que no se define en términos de unidad, igualdad o identidad; la pauta de unión rehuye los efectos de una proximidad inducida, una inhibición lateral que malogra las relaciones interiores, de cara a constituir la multitud, y exteriores, dirigidas al encuentro con lo múltiple, y se funda en la soledad más absoluta y la fábula. Una banda de corazones solitarios, frente a un mundo real, mudo y nudo, imposible de identificar, punto de fuga que huye al infinito, no tiene más remedio que generar en respuesta una nube densa de fabulaciones, mitos y transposiciones, a modo de valla de seguridad en precario equilibrio, al borde del abismo, y horizonte de sentido en el que se proyecta, alucinación colectiva.
III
Toda visión es un lugar de unión y relación, y toda relación es un lugar de corte y ruptura, zona turbulenta de disputas, agravios y reconciliaciones a destiempo. Mundo amable, pero lleno de peligros, selva virgen inexplorada, que demuestra que no hay ni DEBE haber tranquilidad en el mundo, ni más continuidad que la del CAMBIO. Es un grave error desear que las cosas vuelvan a la normalidad, que reine la calma, sobre todo para el frágil equilibrio de la vida, deseo jamás pronunciado; las llamadas a la calma, cuanto más numerosas y persistentes, anuncian, por acumulación, una tempestad cada vez más violenta, una catástrofe sin precedentes.